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Historia de una vocación.

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Nunca llegué a entender en aquel entonces el porqué un familiar allegado, al que yo quería tanto, que siempre me había parecido un hombre tan bueno, sentencioso, sensato y hasta cobarde, podía cambiar de aquella manera su comportamiento y hasta su carácter de un día para otro, con frecuencia de la noche a la mañana, y transformarse en un verdadero diablo. Recuerdo que siempre me preguntaba si él sería consciente del cambio, si sería libre para decidir o aceptar el cambio y si podría ser consentidor o hasta desearle o buscarle. Esta fue para mí la primera experiencia entorno a un fenómeno que con los años he observado con tanta frecuencia, fuera y dentro de mi profesión: el desdoblamiento de la personalidad. ¿Cómo se podía ser tan bueno y tan malo a la vez, o en tan breve plazo de tiempo? La gente del lugar hacía sus cábalas sobre cómo interpretar la aparente contradicción. Había quien, simplificando la visión de esta paradoja, decía en tono de desprecio no exento de cierto matiz de temor, que estaba loco. Otros decían que sólo que sólo era un vulgar borracho porque justamente se trastornaba cuando bebía. Y finalmente, no faltaba quien apostrofaba que en realidad era malo, aunque en ciertas ocasiones, cuando le avergonzaba su maldad, se vestía con piel de cordero. Lo cierto es que aquel enigma en torno a su verdadera esencia, llegó a obsesionarme en mi infancia. ¿Ángel o demonio? ¿Lobo o cordero? ¿Libre o esclavo? Me atraía tanto la idea de estudiar la ciencia que me permitiera conocer a fondo la mente para entender las causas y razones de esa misteriosa e imprevisible trasmutación , así como el grado de implicación de su conciencia (si era consciente o no), su voluntad ( si quería esos cambios o no) o su libertad (si podría elegir entre el cambio o la continuidad), que ahí mismo creo que nació mi vocación por el ejercicio de la psiquiatría, esa profesión que aúna el conocimiento de la mente como también el afán por curarla de sus males. Con el tiempo y mis estudios, entendería que aquel fenómeno que despertó mi vocación se presenta de forma casi habitual en el alcoholismo, en función de la alternancia entre los momentos de libación y los de sobriedad; y que cuando tal dualidad adquiere una intensidad especialmente grave podía obedecer a lo que llamamos la comorbilidad o patología dual, o sea, a la cohabitación en la misma persona de un trastorno mental y una adicción.

 

Nací el 3 de Febrero de 1943, como mayor de los dos hermanos que somos, en un pueblecito de la provincia de Valladolid, Valdearcos de la Vega, ubicado en el centro del Valle del Cuco y perteneciente al partido judicial de Peñafiel. Desde las inmediaciones de nuestra casa familiar, se podía contemplar el castillo de Peñafiel, ese impresionante monumento en forma de barco que a mis padres les inspiro la idea de emprender el rumbo de su vida hacia la capital, principalmente para dar a sus hijos la oportunidad de un futuro mejor, conforme a sus aspiraciones.

 

Ello me impulsó a estudiar Medicina en Valladolid, en el año 1960; pero antes de terminar mis estudios, en el año 1966, yo ya estaba adscrito como alumno agregado a la Cátedra de Psiquiatría del Prof. Villacián, con quien me formé y del que aprendí y asimilé sobre todo el espíritu humanitario y amable con que trataba a sus pacientes. Con él comencé a dar mis primeros pasos en el terreno clínico de la psiquiatría, con los pacientes del Instituto Psiquiátrico Provincial de Valladolid, que así se llamaba el que con el tiempo se convertiría en el Hospital Psiquiátrico “Doctor Villacián”; e incluso en el campo de la investigación, con trabajos científicos que presentamos en congresos de ámbito nacional. Y bajo su dirección también trabajé duro para realizar un laborioso trabajo de investigación sobre la evolución de las enfermedades mentales analizada a través de treinta años de trabajo asistencial, y obtener con él mi Doctorado “Cum Laude” en Medicina y Cirugía”. De su mano, asimismo, ingrese son otro trabajo científico en la Real Academia de Medicina y Cirugía de Valladolid como Académico Corresponsal, honor al que correspondí con numerosas comparecencias y sendas comunicaciones en las sesiones científicas que periódicamente celebraba la institución. Pronto se estableció entre los dos una corriente viva de sintonía, amistad y afecto, que me legitimó para, en tono de confidencia, mostrarle mi interés por el problema del alcoholismo. Y él correspondió a mi gesto de confianza ofreciéndome el encargo, que inmediatamente acepté, de coordinar técnicamente el espontáneo y entrañable Grupo de Alcohólicos Anónimos de la institución psiquiátrica que dirigía, a partir del año 1965. Con esta encomienda, mí admirado y querido Maestro me había hecho el mejor regalo posible para un alumno incondicional: hacer realidad y dar un curso a esa aspiración vocacional infantil que había nacido en mi furtivamente y que venía acariciando en silencio durante años. Fue mi primer contacto con el mundo de los enfermos alcohólicos desde un plano de responsabilidad técnica, con la supervisión del gran maestro.

 

A este primer grado de trabajo y responsabilidad con el Grupo de Alcohólicos Anónimos del Hospital Psiquiátrico, que se prolongó durante varios años, hasta que el grupo se disolvió tan espontáneamente como se creó con la salida del Hospital de su líder por alta terapéutica temporal, y la jubilación por edad de mi gran maestro, el profesor Villacián, le sucedió una etapa organizativamente sabática, puesto que en principio no tenía responsabilidad colectiva alguna, en la que trabajé individualmente con los enfermos alcohólicos que acudían a la Policlínica que yo desempeñaba en la Catedra de Psiquiatría de la Facultad de Medicina de Valladolid, a la que yo estaba vinculado en calidad de profesor ayudante al lado del responsable de la Cátedra, a la sazón el Profesor D. Santiago Benito-Arranz. Desde allí asistí al nacimiento en su precaria sede de la Plaza Porticada del Barrio Girón de la primera asociación de Alcohólicos Rehabilitados de Valladolid, ARVA, que en principio se acogió a la tutela terapéutica de la Cátedra de Psiquiatría. Pero cuando me desvinculé por razones que no hacen al caso de la referida Cátedra fue cuando recibí la visita en mi despacho de algunos miembros de la naciente Asociación, quienes ante la precariedad del soporte técnico institucional con que contaban, me hicieron el ofrecimiento de refundar y dirigir técnicamente la Asociación. Lo que yo acepte de inmediato con el compromiso de mi dedicación altruista y de buscar para su sede un emplazamiento digno de tan importante asociación. Y ello se consiguió apelando a la magnanimidad del Grupo Lyons Internacional, al proporcionarnos la nueva y flamante sede en la Calle Mariano Miguel López, en el barrio de Las Delicias. Ligado a esta asociación permanecí hasta el año 1988, cuando el Profesor don Pedro Gómez Bosque, catedrático emérito de anatomía humana y a la sazón Presidente de Cruz Roja Española de Valladolid, me llamó para ofrecerme la fundación y dirección del Servicio de Toxicomanías en la mencionada institución. Al frente de este servicio, atendiendo toda clase de drogodependencias, tanto las legales como las de sustancias tóxicas ilegales, permanecí hasta el año 1993. Durante esta etapa asistencial fundé la primera asociación en España de toxicómanos rehabilitados, ATREVA (Asociación de Toxicómanos Rehabilitados de Valladolid); y en su transcurso pude darme cuenta de que desde hacía tiempo, desde que en el año 1977 se legalizo el juego de azar en España, y sobre todo desde que en el año 1981 se introdujeron las máquinas tragaperras en los establecimientos de consumo de bebidas, había alcohólicos que, al dejar el alcohol, recurrían a su fácil sustitución por el juego de azar, hecho que me decidió primero a crear un grupo terapéutico de alcohólicos jugadores; y después , a la vista del volumen que iba adquiriendo este nuevo grupo, y de que empezaron a venirnos ya casos de adicción pura al juego de azar para su tratamiento específico en el Servicio de Drogodependencias, a fundar la primera asociación de jugadores patológicos de azar rehabilitados de Castilla y León, y una de las primeras de España, bajo las siglas de AJUPAREVA (Asociación de Jugadores Patológicos de Azar Rehabilitados de Valladolid), en el año 1990.

 

Fue después, al recibir la negativa institucional de Cruz Roja a continuar admitiendo la presencia integrada de la asociación Ajupareva en el servicio de toxicomanías de Cruz Roja, alegando conflicto de intereses, cuando me decidí a fundar, ya con independencia institucional de Cruz Roja, AJUPAREVA, que inicialmente se ubicó en la Calle del Val de Valladolid, en el año 1993.

 

Un hito importante fue la concesión en precario por parte del Ayuntamiento, siendo su Alcalde D. Javier León de la Riva, en el año 1966, de un local ocupado hasta poco tiempo antes por el INBAD (Instituto Nacional de Bachillerato a Distancia), en la Avenida Valle Esgueva Nº8, con cuya concesión pudimos solventar la insuficiencia de espacio asistencial que ya padecíamos en el local primitivo, con lo cual pudo ampliarse considerablemente la superficie de trabajo asistencial para poder atender la creciente demanda de tratamiento desde todas las procedencias de Castilla y León y de fuera de nuestra Autonomía.

 

Y aquí seguimos con importantes hitos en los que se ha reconocido nuestra labor tanto en la comunidad castellano-leonesa, como a escala nacional e internacional; y con no menos importantes proyectos de futuro.

 

Entre los referidos hitos, no hay que olvidar el XXV aniversario de la fundación de Ajupareva, que se celebró con gran solemnidad en el Centro Cívico de Huerta del Rey.

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Dr. Blas Bombín Mínguez.

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Dr. Blas Bombín Mínguez, en la actualidad.

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